jueves, 22 de diciembre de 2011


Lucas (1, 46-56)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas

el que todo lo puede.

Santo es su nombre, y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen. Ha hecho sentir el poder de su brazo:

dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada.

Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre”.

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.


Maria canta una alabanza a Dios. Se llama el magníficat, de alguna manera Lucas toma este canta de un libro del Antiguo testamento y lo pone en boca de Maria. Lucas había escrito este libro hacia el año 60, de alguna manera corría en la tradición nestotestamentaria este sentir de la

Virgen Maria. Corrió en los senderos de las comunidades dicha alabanza. Se precipitaba en los corazones de los creyentes, y Maria era exaltada como aquella mujer humilde y sencilla que se pavoneaba en el servicio y la Evangelización, se nota tambien en esta alabanza muchos tópicos de los salmos, hay un pensamiento dadivico en todo esto. pero lo importante de todo esto es que Maria recibe alabanzas y glorificaciones de parte de Dios. Lastima que los Evangélicos no tengan una alabanza como los Evangelios de Lucas, Mateo y Juan. Se ve los fortuito que fueron estos Evangelistas, que supieron adornar de bellezas la majestad de la Virgen.

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